Ella se escapa de la realidad, cumpliendo sus deseos en la fantasía, crea su propia historia, no bajando a la verdadera.
No lograba entender porque alla arriba, en el mundo de las fantasías ella se sentía mejor, no se realmente que estaba tratando de evadir, quizás era porque le tenía miedo al partir.
Imaginaba que todo sufrimiento traería a la felicidad, que todo dolor, después, al fin y al cabo traería el objetivo, traería a su principe azul. Como Cenicienta, que debe tolerar un trato de gran desprecio y obligada a hacer las tareas más sucias; pero ella siempre manteniéndose dulce y serena, y solo con el surgimiento de su preciosa hada y sus palabras: "Tus deseos serán realidad", la Cenicienta lució vestida como una reina. Su llegada a la fiesta fue un suceso y el príncipe dejó a todas por bailar con ella.
Así, ella pensaba. Vivía su propia historia de hadas, escapando de las cosas buenas que surgían desde un comienzo, porque le era necesario sufrir primero. (Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir).
Sufría, amaba. Pero no le gustaba ni quería el partir. Por eso sólo se quedaba en el sufrir.